2006/03/29

CONVIVENCIA VECINAL versus INTERESES HOSTELEROS EN EL BARRIO DEL CASCO HISTORICO.





Colaboración.
Boletin EL RESIDENTE 001/017-To 2005.

Por Alfonso GÓMEZ.



PARA DESGRACIA nuestra, y seguro que también para ellos, los vecinos, los residentes del Casco -y se manda un saludo también a los conciudadanos del barrio de Santa Teresa-, somos una contrariedad para un numero relevante hosteleros de este barrio Patrimonio de la Humanidad. En concreto, y sobre todo, para los mas influyentes empresarios con locales o terrazas que buscan, y tienen, como principal cliente, o al turista de un día, o al noctámbulo cubatero de fines de semana.

Esta gente emprendedora, en los conflictos de convivencia vecinal que generan sus actividades comerciales, está claro que nos ningunean, pero no por maldad, sino porque su comportamiento viene dictado por la naturaleza de sus legítimos negocios.

Es una cruda ley, una consecuencia de su lógica económica interna: si los empresarios realizan inversiones especulando con los beneficios que dejan en sus establecimientos o la legión de forasteros, o la clientela del ocio nocturno, es natural que, como consecuencia, dichos hombres de negocios nos vean, a los vecinos del Casco, como apenas un pequeño porcentaje en sus cuentas de resultados, unos cientos de euros de los que además pueden prescindir porque de ellos solos no podrían mantener sus empresas, tal y como ahora están diseñadas.

Y, vuelvo a repetir para evitar malas interpretaciones, que NO ES POR MALA FÉ por lo que nos consideran intangibles fantasmas de un barrio que ya juzgan como sus capataces. Así como en la naturaleza los lobos no persiguen a las hormigas, en el Casco, estos legítimos negociantes, que como empresarios tienen como finalidad tienen llenar una caja registradora y como vision el benefifio en euros, no pueden evitar vernos como prescindibles insectos en este que es su campo de operaciones.

Y esta es la especie actual que domina hoy el gremio de hosteleros toledanos. En este barrio, el clásico y seco tabernero aborigen, que tiene en su tasca o casa de comidas como principal cliente al parroquiano, y que es a la vez un vecino mas, o es una minoría simbólica, o está casi desaparecido en un combate desigual contra la especulación inmobiliaria, porque ahora es mucho mas rentable vender el local que seguir con el pequeño negocio.

A los vecinos, a los residentes, solo nos queda el consuelo resignado de ir contando las veces que nos postergan, que nos rebajan. Una muestra. La Asociación de Hosteleros de Toledo, alarmada por los acontecimientos, señala una reunión de urgencia entre sus miembros. La convocatoria no es para amonestar a algunos de sus asociados sobre la mala imagen que están dando al gremio; no es para corregir una forma dolosa con la que algunos asociados llevan la actividad de sus respectivas empresas generando continuos abusos a leyes y ordenanzas; no es para que algunos asociados dejen de ocasionar con sus excesos empresariales unos daños a derechos de convivencia ciudadana que cientos de vecinos cercanos llevan sufriendo hace lustros. La citación es debida a algo mucho mas grave e inusual: el Ayuntamiento ha aplicado de forma justa una sanción a uno de esos asociados infractores de los reglamentos locales. Un Ayuntamiento tal vez apremiado por una futura acción judicial de unos residentes victimas de los excesos empresariales, aplica, por fin, las Ordenanzas Municipales sobre horarios y ruidos a uno de esos bares y terrazas de verano pero solo a diez días de finalizar dicho verano y con todo el pescado vendido. El súper-chiringuito afectado es el regentado por uno de los asociados hosteleros mas notables y lúcidos, después de seis años de continuos incumplimientos de las disposiciones sobre horarios nocturnos y de las normas contra la contaminación acústica, esto último con un equipo de sonido en la vía publica que carecía -a mas INRI- del correspondiente permiso municipal durante todo ese corto período de tiempo.

Creo natural el susto de la Asociación de Hosteleros y de sus miembros por esa repentina e insólita voluntad del Ayuntamiento, empeñado ahora de aplicarles, a ellos, las actuales ordenanzas. De hecho, el astuto cofrade hostelero afectado y sus próximos, tan perjudicados como extrañados por la justa pantomima municipal, estructuraron una defensa publica sobre el feliz argumento del derecho a la igualdad a la hora de incumplir la ley: "¿Por qué a mí solo y no a este o a ese o a aquel, que llevan. haciendo lo mismo que yo o algo peor desde hace mas años?". Enternecedor.

Segunda evidencia. La actitud de la Asociación de Hosteleros en esas reuniónes para nada, donde buena gente intenta poner puertas a un guirigay llamado botellón. En principio, los vecinos creíamos que ese prodigio social juvenil del botellón afectaba negativamente a sus negocios al arrebatarles una poquita de potencial clientela. Pero no, la Asociación ahora anda defendiendo una bella interpretación jurídica sobre la verdadera naturaleza de sus negocios de hostelería, por la cual éstos se convierten, como segunda actividad, en tiendas de ultramarinos. Estos empresarios alegan, suponemos que sin cachondeo oculto, que nada pueden hacer si un cliente les compra vasos, hielo, limones cortados, alcohol y una lata de Cola-Loca, y, junto con unas tapitas, decide consumirlo en la calle contigua, justo a la puerta de sus negocios, bajo sus focos y escuchando la música de su local. Este gremio cree en el derecho accidental de todo bar a patrocinar accidentalmente que sus clientes accidentales tengan un botellodromo “underground" esporádico, mucho mas fino y estable que el tradicional, pero accidental. Aunque igual de dañino para todos los vecinos de alrededor. ... Ahora, como consecuencia, y por el bien de la libertad de empresa y de la libre competencia, y con los mismos horarios, las tradicionales tiendas de comestibles y bebidas pondrán, a su vez, mesas y barras, servirán cafés, cervezas y comidas, alegando que no podrán evitar que sus clientes reclamen consumir sus productos dentro de su local, entre sus estanterías.

Tercera muestra. Con este numero brevemente recordar los tradicionales y siempre valorados obstáculos y pegas que los miembros de esta Asociación han interpuesto cuando los volubles y débiles Ayuntamientos han intentado llevar a cabo cualquier medida real y razonada para organizar la anárquica circulación de vehículos en el Casco, un caos que tanto perjudica a los que vivimos aquí, e incluso de los propios visitantes considerados como viandantes, y no como clientes marcados por los hosteleros como "AVE DE PASO: ¡ ESTACAZO!".

Estos intereses empresariales han hecho siempre ineficaces todas las medidas adoptadas, ya sea en los horarios de las camionetas de reparto -que no se respetan ni se hav¡cen respetar-, ya sea en los horarios de los camiones de recogida de basuras -que tienen siempre que ampliarse hasta cualquier hora por necesidades empresariales-, ya sea en la entrada al Casco de los enormes autobuses discrecionales de turistas -que volvieron con tufillo amparador a permitirse-, ya sea en la limitación de entrada a los miles de vehículos de visitantes – inconveniente por arriesgado para sus esperanzas de negocio-, ya sea en la observancia de las zonas peatonales donde se encuentran sus empresas para comodidad de una clientela que necesita llegar en coche hasta la puerta de sus locales, aun obstaculizando calles estrechas sin aparcamiento-.

Y pasaremos también por encima sobre las múltiples licencias municipales obtenidas para la instalación de mesas y sillas en vías publicas donde la ocupación privada de ésta es tal -y ha quedado tan estrangulada- que obliga a los vecinos a caminar en fila india, obviando con todo descaro, tanto el empresario como el burdo funcionario municipal que tramitó favorablemente la licencia, todas las normas de sentido común sobre accesibilidad en vías publicas.

Los vecinos y ciudadanos del casco -y un abrazo afectuoso a los de Santa Teresa- tememos que trato podemos seguir esperando de cualquier corporación municipal. Ya conocemos los ciudadanos y vecinos del Casco como vamos y estamos terminando frente a estos legítimos y emprendedores negociantes, protegidos por dejadeces de un Ayuntamiento mas lleno en apariencia de agentes comerciales que de empleados públicos pendientes del bien común.

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